martes, 30 de agosto de 2011

3.5 PERFIL PROFESIONAL Y ESTRUCTURA CURRICULAR GLOBAL

Entendemos por Estructura Curricular Global al conjunto de componentes curriculares que han sido considerados como fundamentales o básicos para la formación del profesional egresado de la universidad. Previamente han sido elaborados los objetivos educativos formativos que responden al ‘Perfil Profesional’. Por lo tanto, podemos señalar que en la formulación de la Estructura Curricular Global hay dos puntos de partida esenciales: El Perfil Profesional y los ‘Objetivos Educativos Formativos’.


    Los componentes considerados en la Estructura Curricular Global responden a los objetivos educativos y por ende al Perfil Profesional, y su determinación depende de cómo se haya decidido la formación de un profesional. Es probable que si en la formación de un profesional se ha decidido considerar un aspecto de ‘Formación General’ o de Formación Académica General’ o de ‘Formación General en Ciencias y Humanidades’, este aspecto será uno de los componentes o elementos de la Estructura Curricular, lo cual nos lleva a determinar que el otro gran aspecto estaría referido a la formación estrictamente profesional u ocupacional.
    La Estructura curricular Global forma parte del plan curricular y se ubica en el campo correspondiente a la Programación Curricular.


    A su vez, estos dos grandes componentes de la Estructura Curricular Global (Formación General y Formación Estrictamente Profesional) pueden sub-dividirse en:



    a)    La Formación Científica Básica comprendería aquellos bloques de asignaturas que pertenecen al campo de las ciencias formales y ciencias naturales (área cognoscitiva).
    b)    La Formación Humanística comprendería aquellas disciplinas vinculadas con la filosofía y las ciencias sociales (área cognoscitiva) así como con las artes, educación física, ética, civismo, religión, comunicación oral y escrita, y otros (área no cognoscitiva).
    c)    La Formación Institucional comprendería aquellos bloques de contenido a través de los cuales se transmitiría la particular concepción de la universidad respecto a lo que debe ser el egresado como profesional, ciudadano y persona en un mundo globalizado (aspectos formativos con el sello de la institución, y la tutoría o consejería).

  

    a)    La Formación Profesional Básica, formación común o formación en aspectos generales de la profesión, comprendería todos aquellos bloques de asignaturas que permitirían el logro de los objetivos formativos y de los rasgos del ‘Perfil Profesional’ referidos a los comportamientos, competencias o funciones que son comunes a todos los que siguen una determinada profesión, al margen de todo tipo de especialización.
    b)    La Formación Especializada consideraría los cursos que implican especialización en alguna rama o campo profesional, lo que significa que cada profesional egresado de las facultades de nuestras universidades; según las necesidades sociales o del ‘mercado’, tendría en su ‘Perfil Profesional’ un campo de especialización. Esta especialización constituye una opción que puede o no asumir una universidad.
    c)    La Práctica Pre-Profesional o Profesional, que deberá garantizar al futuro profesional no sólo reforzar las habilidades vinculadas con las funciones que habrá de desempeñar en su futura vida   profesional sino las destrezas  necesarias sobre estas funciones. Ella permite que el profesional salga preparado para actuar de inmediato en un determinado puesto de trabajo y no como suele ocurrir en la actualidad, que recién cuando están en un puesto de trabajo adquieren las habilidades y destrezas necesarias.
    El componente de investigación, área importante en la formación del profesional, se ubica tanto en la Formación General como en la Formación Profesional u Ocupacional ya que podemos considerar los aprendizajes vinculados con la investigación básica o con la metodología de la investigación como perteneciente a la formación general y los vinculados con la investigación aplicada como perteneciente a la formación profesional u ocupacional. Puede indicarse las asignaturas pertinentes considerando todo un bloque en la formación general (investigación básica) y hacer lo mismo en la formación estrictamente profesional (investigación aplicada).

lunes, 29 de agosto de 2011

3.4 RELACIONES ENTRE EL PERFIL PROFESIONAL Y LOS OBJETIVOS FORMATIVOS DEL PROFESIONAL UNIVERSITARIO

El concepto de ‘Perfil Profesional’ aparece en el país ligado al campo de la educación y concretamente al concepto de Perfil Profesional de los Bachilleres Profesionales que egresarían del I Ciclo de Educación Superior en el modelo educativo de la ‘Reforma de la Educación’ (años 1976 -1980) y desde que surge se le considera como el punto de partida que ha de permitir la formulación de aquellos ‘Objetivos Educativos’, base de la formación de dichos profesionales.  Es en este mismo sentido que es recogido por la universidad peruana, considerándose el Perfil Profesional como la caracterización de los rasgos que tipifican al profesional que el país requiere en un determinado campo laboral.
    Si el perfil profesional contiene todas aquellas características, capacidades, competencias o funciones que se estima deberá poseer o ser capaz de exteriorizar con eficiencia y eficacia  quien  egrese  como  profesional,  es obvio que esta idea de ‘Producto’, este logro por alcanzar, esta aspiración, deberá ser la que oriente la elaboración de los ‘Objetivos educativos formativos’ de dicho profesional. Quiere decir esto que cada uno de los rasgos significativos del futuro profesional o cada uno de sus competencias o comportamientos deseados o cada una de las funciones que deberá cumplir en el ejercicio futuro de una profesión que responda a las exigencias nacionales serán consideradas para la formulación de sus objetivos formativos; ello permitirá desechar una serie de ‘objetivos formativos’ que pudieran surgir por la iniciativa de un profesor, o por un particular criterio de enfoque de experto. Permitirá eliminar asimismo toda una gama de objetivos y contenidos que no respondan o guarden correspondencia con las reales necesidades de la formación del profesional.
    Existe, por lo expuesto, una estrecha relación entre el perfil profesional del licenciado que ha de formar la universidad y los objetivos educativos formativos de este licenciado.
    Estos objetivos formativos surgen del perfil profesional y demandan un trabajo cuidadoso por parte de equipos de especialistas en tecnología educativa y en los respectivos campos profesionales. Estos objetivos formativos contienen toda una estructura que va desde los grandes objetivos formativos generales por áreas formativas (área de formación general, área de formación ocupacional general, área de formación ocupacional específica, por ejemplo) hasta la desagregación de estos objetivos generales, al interior de cada área formativa,   en objetivos generales por bloques de contenidos o bloques de asignaturas, objetivos generales de asignatura y fuego en objetivos específicos al interior de una asignatura.
    Todos estos objetivos formativos: De áreas formativas, de bloques de contenido, de asignatura, y específicos, guardan una estrecha relación con lo especificado en el Perfil, responden a esos rasgos o características y constituyen la base de la configuración de la estructura curricular general para formar al profesional.
    Estos objetivos constituirán el elemento esencial del Plan de Estudios formativo del futuro profesional. Serán las grandes orientaciones que permitirán la inclusión o eliminación de los cursos o asignaturas que constituirán los bloques de asignaturas integrantes de la estructura del Plan de Estudios.
     Coincidiendo en parte con Robert F. Mager y a Kenneth M. Beach en su obra ‘La enseñanza de los Oficios’,29 diremos que la pregunta esencial que hay que hacer es para qué tipo de cosas hay que capacitar o formar al estudiante que lo ayude a convertirse en un hábil profesional en un período de 10 semestres o de 5 años. O sea, qué deberá ser y saber hacer al terminar su formación para que sea capaz de desenvolverse en ella con eficiencia sin dejar de ser persona y ser social.
    Los Objetivos Formativos que aludimos y dentro de ellos los objetivos por áreas, de bloques de asignaturas y de cursos representan una exposición clara del propósito de la formación y se redactan en la forma más adecuada para esclarecer ese propósito (ver cuadro de relación entre el perfil profesional y los objetivos formativos).
Los objetivos formativos se refieren más al comportamiento, a la competencia, capacidad o a la actuación de los estudiantes; especifican aquellas aspiraciones que los estudiantes van a demostrar haber alcanzado al final de su formación. 

29. MAGER, Robert - BEACH, Kenneth. Ibidem. pág. 61.

domingo, 28 de agosto de 2011

3.3 NECESIDADES SOCIALES, NECESIDADES DEL MERCADO LABORAL Y EL PERFIL PROFESIONAL

Desde el punto de vista filosófico, científico y teórico en general, las relaciones existentes entre las necesidades sociales, del mercado laboral y la universidad son evidentes y necesarias, ya que no es posible concebir que siendo la universidad una institución de origen y naturaleza social pueda actuar como una isla dentro de una sociedad o de espalda a ella. Su papel debe ser de contribución al desarrollo social, de satisfacción de las exigencias del mercado laboral, y de solución de los múltiples problemas que en una sociedad existen.  Si esto es así o no, plantea un problema de análisis del papel o rol de la Universidad en el mundo y cuyos resultados, por lo menos en el caso latinoamericano y nuestro, llevan a concluir que la universidad actual continúa estando muy lejos de cumplir con los roles o aspiraciones que la sociedad y el mercado laboral tienen respecto de ella y por lo tanto continúa sin responder adecuadamente a las ‘reales’ necesidades de las mayorías nacionales del país. Al respecto, presentaba, en la obra que escribiera en 1993, algunos conceptos vertidos por especialistas en el campo universitario: El Dr. Agustín Basave Fernández del Valle, Rector de la Universidad Regional de Monterrey, México24 dice: «La Universidad sigue muy de cerca a la sociedad que sirve. En cierto modo es un aspecto de la sociedad contemporánea.  Cabe no obstante, hablar de un distanciamiento entre la universidad y la sociedad... Puede distanciarse de la sociedad por no adaptarse a la realidad social, dinámica y progresiva, por no superar el conservadorismo a ultranza... por salirse de sus cauces institucionales para profesar un progresismo delirante». Dice también que «La universidad no puede separarse de la radical sociabilidad humana y del bien público temporal, so pena de aniquilarse».  «La universidad no está separada de la sociedad, pero prescinde de varios aspectos del bien común para centrarse en la investigación, en la comunicación y en la contemplación de la verdad, en la dilucidación académica de las vocaciones, en la formación de profesionales útiles a la sociedad, en el estudio de los problemas apremiantes de la época y en el servicio a la comunidad con una teoría de la verdad que dé sentido a la acción...». «La universidad puede y debe transformar la sociedad de la cual surge; influye apuntando soluciones económicas, políticas y sociales. Cuando la universidad funciona bien se convierte en la mejor conciencia de la sociedad en que vive».
    Héctor Corvalán Lima, Rector de la Universidad de Mendoza (Mendoza, Argentina), dice al hablar de la misión de la Universidad en la sociedad25 que «La Universidad es el ciclo superior de la enseñanza, en ella se forman los cuadros de investigadores, profesionales, técnicos y profesores que influyen de manera decisiva en la vida de una comunidad. Su incidencia, y consecuentemente su responsabilidad, es muy grande en relación con la sociedad donde estas instituciones culturales cumplen su papel». Dice igualmente que «en todos los países y desde que las Universidades existen como tales, ellas han participado en la evolución histórica de la sociedad, es decir, acompañan y se desarrollan en su evolución en forma paralela a las comunidades donde éstas existen... No trabajan para sí, sino para la sociedad. Son el reflejo y el instrumento de la evolución del país».
    El Dr. Louis J. Rodríguez, Rector de la Midwestern State University, Wichita, Fall, USA,26 nos dice al desarrollar su conferencia sobre ‘La Universidad como un agente para el cambio social y económico’, que «todas las universidades son agentes de un cambio social y económico... crean futuros líderes... Debido a este papel de producir líderes, el plan de estudios debe contener instrucciones de cómo ayudar a producir un graduado socialmente responsable».
    Carlos Payán Figueroa, Licenciado en Derecho (mexicano)27 nos dice que es posible distinguir tres posiciones respectó al papel de la Universidad:
    a)     «...el de proporcionar una isla estática al conocimiento en un mundo cambiante, confuso y problemático».
    b)     «...el cambio social, la creación de una nueva sociedad y no el de servir a la existente. Éste es el punto de vista más frecuente asumido por los estudiantes».
    c)     « ... el de servir a la sociedad de acuerdo con las necesidades de ésta y tal como esas necesidades son expresadas por sus representantes comunes».
    Dice, al respecto, que «En América Latina esas tres posiciones están presentes, aún y cuando, quienes se han referido a ellas, ofrecen nuevas subdivisiones o diferencias de matices de una posición a otra».
    El análisis del contenido de lo expuesto refleja la permanente preocupación de las sociedades y particularmente de las universidades por encontrar respuestas al ‘real’ papel que le corresponde a la universidad en relación con la sociedad y sus necesidades y esta preocupación, que en algunos casos denota alarma, refleja la situación de crisis en que se encuentra la universidad respecto a su función social en los albores del presente siglo.
    De los fines o funciones que se asignan a la universidad, el de ‘formar’ los profesionales que el país necesita es quizás uno de los que con mayor intensidad ha venido intentando lograr la universidad latinoamericana y peruana en particular (no es el único ni el más importante, por cierto) y las opiniones que existen reflejan que aún en la actualidad este objetivo no logra cristalizarse por múltiples razones. Una de estas razones, más de tipo académico o de planificación académica, aunque estrechamente vinculado con aspectos ideológicos referidos a la misma concepción del profesional y su rol en beneficio de la sociedad, es la no existencia de un perfil profesional claro, preciso y coherente con las necesidades sociales y del mercado ocupacional, y que a la vez sea la resultante de un esfuerzo comprometido, técnico y científico de la universidad.
    ‘El perfil profesional’ como modelo, estereotipo o aspiración coherente y posible del tipo de profesional que el país requiere debe, por lo tanto, basarse en un análisis detallado, científico, técnico, desprejuiciado, de las necesidades del país y del mercado laboral en el corto, mediano y largo plazo.  Necesidades que deben verse en todo el campo de la producción de bienes y de la prestación de servicios que en un país existe. Necesidades que guardan correspondencia con el ‘Mercado laboral’ que es necesario conocer en su dinámica interna y en su incursión en el fenómeno de la globalización y en el de las relaciones internacionales.
    Considero, por tanto, que existe una estrecha relación entre las necesidades sociales, el mercado laboral y el ‘Perfil Profesional’ que las universidades deberían elaborar para formar mejores profesionales. Estimo que la ausencia de profesionales que respondan a las necesidades sociales de un país en  parte se debe a la carencia de perfiles profesionales adecuados y a la inexistencia de una   estrategia   para  su  elaboración  y  para  el  análisis  de  las  necesidades sociales y educativas.  Este análisis de necesidades según Roger A. Kaufman, profesor de la United State International University, EE.UU.28 «es un análisis de discrepancias determinado por dos posiciones extremas: ¿Dónde estamos actualmente y dónde deberíamos estar? Creo al respecto que este análisis de las necesidades sociales tiene necesariamente que considerar un conocimiento del mercado laboral existente inserto en el fenómeno de la globalización, concebido como una realidad dinámica, diversificada, estructurada e interdependiente, resultante de la actividad productiva y de prestación de servicios de un país, lo cual permitirá  formular de manera más efectiva los perfiles profesionales que dicho mercado requiere.

24. BASAVE FERNÁNDEZ DEL VALLE, Agustín. 1985. “Filosofía socio-económica de la Universidad”, en Compendio de Conferencias del Congreso de la Organización  Universitaria Interamericana. O.U.l. Miami – EEUU. 
25. CORVALÁN, Héctor. 1985. “Misión de la Universidad”. Conferencia en el Congreso de la OUI. Miami – EEUU.  
26. RODRÍGUEZ, Louis. 1985. “La universidad como un agente para el cambio social y económico”. Congreso de la OUI. Miami – EEUU.
27. PAYÁN, Carlos. 1978. “Bases para la administración de la Educación: Superior en América Latina”. El caso de México. Ediciones INAD. 
28. KAUFMAN, Roger A. 1983. Planificación de Sistemas Educativos. Ideas Básicas Concretas. 9ª. reimpresión. Editorial Trillas. México. 


sábado, 27 de agosto de 2011

3.2 EL PERFIL PROFESIONAL Y LA FILOSOFÍA INSTITUCIONAL

    ¿Qué es un profesional? ¿Qué características, capacidades, actitudes y competencias deben tipificarlo? ¿Cuáles deben ser sus roles o funciones? ¿Qué fines o propósitos y qué principios y valores deben orientar su formación? ¿Cómo formarlos y en qué instituciones hacerlo?, son algunas de las interrogantes que, sin duda, las sociedades del mundo y en particular sus universidades, se han planteado muchas veces en el campo de las profesiones y de la formación de profesionales, y las respuestas dadas, lejos de ser estrictamente ocupacionales, se han ubicado en su momento más en el campo filosófico que científico, aunque sin prescindir de él.  Ello resulta justificado en la medida que la teoría que pueda elaborarse alrededor de estas preguntas, se mueve más en un campo de reflexiones rigurosas en torno a lo que es una profesión y cómo debería ser orientada, que en un campo probabilístico sustentado en la observación y el experimento, característico de la teoría científica.  Existe, pues, en el campo de la teoría de las profesiones un campo importante perteneciente a la teoría filosófica que le ha permitido encontrar respuestas a una serie de interrogantes que se le presentan dentro de un contexto determinado.
   Las preguntas planteadas han generado toda una temática en la que los filósofos y educadores preocupados por este campo así como entidades encargadas de la formación de profesionales han expresado sus particulares puntos de vista dentro del contexto socio-económico concreto y época en la que les tocó vivir, impregnándose cada sociedad, y por ende sus hombres o instituciones, de una determinada concepción de lo que es un profesional, de su rol y de su formación. Ello parece que es así, al margen de que en su formación, no logren percatarse de cuál es la concepción de profesional que tienen, desearían tener o que creen que es más conveniente para su país. Pareciera, sin embargo, que en los últimos tiempos, la dinámica de una sociedad impactada por las megatendencias mundiales, inserta en el fenómeno de la globalización y que se mueve vertiginosamente dentro de un creciente aumento de necesidades de la persona, contrastado con las pocas posibilidades que tiene de satisfacerlas, ha producido un divorcio entre lo que el hombre y sus instituciones hacen o pueden hacer y lo que es más conveniente para la sociedad y para la satisfacción de las necesidades humanas. Nos movemos, sin duda, al reflexionar sobre todo esto en el campo de la filosofía y es que es prácticamente imposible tratar estos temas sin hacer filosofía y sin impregnarnos de una particular manera de concebirlos y de llevarlos a la práctica. La Universidad, sea cual fuere ella, tiene que hacerse, en el cumplimiento de su rol, misión o visión, estas preguntas, y al respecto adquiere una concepción que la tipifica y distingue como institución que, aún poseyendo características comunes a otras entidades educativas del nivel superior, se distingue por una ‘impronta’ o ‘sello’ que la hace diferente. Se constituye de este modo una particular manera de ser, de concebir la formación universitaria y de actuar en el cumplimiento de sus fines y funciones. De aquí surge la «filosofía institucional» que es aquella particular manera de concebir cómo debe ser entendida y enfocada las tareas de formación de profesionales, de investigación y de proyección social. «Sello» o «impronta» que la caracteriza, la tipifica y hace que pueda distinguírsela y distinguir a los que en ella trabajan y estudian y a los que de ella egresan.
    Sin duda, esta «filosofía institucional» influye significativamente en el «Perfil Profesional» que una universidad establezca para el tipo de profesionales que desea formar, porque más allá de que este «Perfil Profesional» recoja las necesidades o aspiraciones de la sociedad y del mercado, llevará también impreso los «valores éticos, morales o sociales» o los «principios normativos» de dicha institución. Por lo tanto, deviene en necesario que las universidades revisen si es que poseen esta «filosofía institucional», la sistematicen si es que está dispersa o la elaboren si es que no existe.  Ello permitirá mejorar el «Perfil Profesional» de sus egresados.

lunes, 22 de agosto de 2011

3. PERFIL PROFESIONAL Y PLANTEAMIENTOS CURRICULARES BÁSICOS

Las ideas que se desarrollan en este acápite se dieron a conocer en la obra que con el título de «El Perfil Profesional y la Planificación Curricular a nivel universitario» publicara en 199311 y que a juicio nuestro mantienen vigencia. Algunas adiciones han sido hechas con el propósito de complementar lo que fuera expuesto.

 3.1 Concepto de Perfil Profesional
       El empleo de este concepto es ahora más frecuente en nuestras universidades. Surge en el país hace poco más de tres décadas, identificado con los aportes de la tecnología educativa norteamericana (con Robert F. Mager, Kenneth Beach, Roger Kaufman, y otros), empleándose básicamente en la educación superior dependiente del Ministerio de Educación, trasladándose luego a las universidades del país. Desde el punto de vista lexicográfico Perfil significa «contorno aparente de una persona vista de lado», lo que trasladado al concepto de Perfil Profesional significaría el «contorno de un profesional».   
    Emilio Mira y López, al desarrollar el tema «Nociones de Análisis Profesiográfico», en su obra «Manual de Orientación Profesional»12, nos presenta una serie de métodos que han buscado establecer una caracterización de los distintos tipos de profesionales existentes. En estos esfuerzos de análisis profesiográficos podemos encontrar enfoques orientados a determinar «Perfiles Profesionales», aunque, por cierto, no empleando tal denominación. Destacan el método observacional de O.  Lipmann  (alemán, en boga antes de 1930),  quien de una descripción lo más objetiva y completa del trabajo a analizar, llegaba a establecer la totalidad de actitudes necesarias para desempeñar una profesión, y el método cinesiográfico de G.Gilberth (norteamericano), quien desarrolló la tesis de que cada trabajo sólo tiene una mejor manera de realizarse con economía de esfuerzo y ventaja de rendimiento (con ayuda del cinematógrafo trazó sobre un fondo cuadriculado los movimientos óptimos en el ejercicio de una profesión con el fin de que la formación de la misma sólo considerara los «movimientos óptimos» para cada oficio).      
    Es sólo a principios de 1960 que se logra una mayor aproximación al concepto actual que se tiene sobre «Perfil Profesional» y ello ocurrió cuando el doctor Roberth Mager publicó su libro «Enseñanza de los oficios en la Escuela Vocacional»13 en el que desarrolló la idea que la formación de los estudiantes debe partir de tener muy claro qué es «lo que se quiere que los estudiantes sean capaces de hacer» y que ello debía especificarse en términos muy concretos desde antes de iniciar el aprendizaje.  Decía que la estrategia que debía seguirse en toda instrucción debía considerar «1.- Determinar y describir lo que deseamos realizar; 2.- Hacer todo lo necesario para lograr el resultado propuesto, y 3.- Determinar hasta qué punto se alcanzaron los objetivos y modificar el curso para mejorar los resultados».
   Para alcanzar lo primero, decía que «es necesario saber en qué consiste el trabajo, lo que se necesita hacer para cumplir con cada una de las operaciones y con qué frecuencia se presentan éstas».14 No habla específicamente de «Perfil Profesional», aunque lo estaría aludiendo en aquello que él entiende por la caracterización del trabajo a realizar en términos de operaciones que deberán cumplirse.
    Robert Gagne y Leslie J. Briggs tampoco aluden al concepto de «Perfil Profesional» de manera precisa pero señalan que «la sociedad en que vivimos tiene que desempeñar ciertas funciones para atender a las necesidades de sus integrantes» y que «toda sociedad apoya de una u otra forma la educación de las personas, a fin de que puedan llevarse a cabo las diversas funciones necesarias para la supervivencia».15 Precisan asimismo que «la mejor forma de planificar la enseñanza consiste en empezar por los resultados que se esperan...»16 Resultados que serían los elementos constitutivos del «Perfil Profesional» o «Perfil del Egresado», aunque ellos tampoco usan esta expresión.
    La tecnología educativa nacional elaborada por el Sector Educación bebió de las fuentes antes indicadas (Mager y Gagné, entre otros) en la primera mitad de la década de 70. No podemos precisar cómo surgió en el país el concepto de «Perfil Profesional», sin embargo, encontramos el concepto de «Perfil del Egresado» como un antecedente del mismo, referido más a la Educación Inicial y Básica en los años 1974, 1975 y 1976, principalmente en este último año en que sale a la luz la obra «Estudios Básicos sobre el Curriculum en el Sistema Educativo Peruano»,17 elaborado por el Ministerio de Educación. Parece ser que el concepto de Perfil Educativo surge en esta época y en esos niveles educacionales y luego se  traslada a la educación  superior empleándose el concepto de  «Perfil Profesional» en una serie de documentos elaborados por la Dirección General de Educación Superior a partir de 1976.
    El concepto de «Perfil Educativo», en este contexto, aparece como integrante de la política curricular del Sector Educación y se define como «el conjunto de rasgos de personalidad que se espera que sean logrados aproximadamente por los educandos egresados de un programa educativo más o menos prolongado. Dichos rasgos constituyenobjetivos muy escuetamente formulados, hacia los cuales debe dirigirse toda la planificación curricular».18
   Se señala asimismo que «el Perfil Educativo Básico que debe diseñarse en estos momentos corresponde al hombre del mediano plazo, que debe construir la sociedad peruana en un futuro inmediato» y que dicho perfil debería reajustarse periódicamente en función de las nuevas necesidades sociales.
    Se desprende de estas precisiones que hasta ese entonces no se utilizó el término «Perfil del Egresado» en el lenguaje curricular del país.
    A fines de 1976 salen a luz los documentos de trabajo titulados «Estructura Curricular del I Ciclo de Educación Superior»,19 «Política Curricular para el I Ciclo de Educación Superior»20 y «Perfiles de Áreas Profesionales»21 elaborados por la Dirección General de Educación Superior del Ministerio de Educación, definiéndose en el primero de ellos el concepto de Perfil Profesional como «la caracterización de aquellos rasgos y funciones que tipifican al Bachiller de una determinada área profesional», considerándose además el llamado «Perfil Básico del Bachiller profesional» (que abarca las características de su formación general y su formación profesional polivalente), que integrado al Perfil del Área Profesional Específica forman el perfil del egresado de una área profesional. Parece ser que es desde este momento que el concepto de «Perfil Profesional» cobra identidad y empieza a difundirse en la educación superior nacional, puesto que al ser expuesto lo realizado por el Ministerio de Educación a la Universidad Peruana (representada por sus rectores, directores de planificación y de personal) en el «Seminario de Coordinación entre el I y II Ciclos de Educación Superior», realizado a fines de 1976 (noviembre y diciembre), se comprobó que la universidad peruana estaba aún lejos de manejar este concepto.  Encontramos, sin embargo, los antecedentes de los trabajos del Dr. Roberto Beltrán, profesor de la Universidad Cayetano Heredia, aunque al parecer, en ese entonces, todavía no difundidos en el sistema universitario.
   En 1982, la Dirección General de Educación Superior del Ministerio de Educación, publica el documento titulado «Procedimientos para la elaboración de Perfiles Profesionales Específicos»,22 en donde se entiende por «Perfil Profesional al listado de funciones y tareas que caracterizan el desempeño profesional de una determinada carrera.  El dominio de estas funciones y tareas es objetivo del proceso educativo y otorga, al que las desempeña, la capacidad para el ejercicio profesional».
   El concepto dado evidencia de por sí no sólo mayor familiaridad en el uso del término «Perfil Profesional» sino una mayor madurez en su concepción. Desde ese año y quizás con más precisión desde 1977 comienza el proceso de expansión del empleo de este concepto.
    El Dr. Agustín Campos Arenas, profesor de la  Universidad Femenina  del Sagrado Corazón (UNIFE), de Lima, señala23 que «un perfil presenta la caracterización de los rasgos que un estudiante tendría al egresar de la institución que lo forma» y señala asimismo «que existen dos niveles de perfiles, el genérico y el específico» y que «ambos coexisten cuando, por ejemplo, de una misma carrera profesional se desprenden luego especialidades».
   Es importante señalar que en todo momento que se ha abordado este concepto, sus autores lo han considerado como el punto de partida para la elaboración de objetivos educativos más reales y coherentes con las necesidades de una profesión y base de la elaboración de los planes o currículos profesionales.  
   La década de 1990 fue el escenario de la expansión y generalización del empleo de este término en el ambiente universitario, aunque con imprecisiones conceptuales que es posible observar inclusive en la actualidad. No obstante ello, el término forma parte ya del léxico universitario y lo encontramos utilizado en casi todos los planes curriculares o currículos de las universidades. Son muchos los eventos organizados por las universidades y por la Asamblea Nacional de Rectores que demuestran la preocupación habida para abordar este tema y darle al Perfil Profesional el lugar prevalente que tiene en la planificación curricular y en los anunciados procesos de evaluación y acreditación de las universidades. 
    En 1993, planteamos el siguiente concepto de Perfil Profesional, que considero mantiene vigencia con los ajustes que podrían derivarse de los aportes de las actuales corrientes psicológicas y organizacionales. Definimos el Perfil Profesional como «la caracterización de los rasgos que tipifican al egresado de un área profesional (Educación, por ejemplo) expresado a través de descripciones precisas y claras de los niveles de desarrollo a alcanzar dentro de los aspectos que configuran dicha área profesional».   
  El Perfil Profesional debía considerar: «Una descripción de sus características en lo que refiere a su «formación general» o «común» (Perfil de Formación General), y una descripción de sus características en lo que se refiere a su formación ocupacional (Perfil Ocupacional)».     
  Señalaba asimismo que «Del análisis del concepto de ‘Perfil Profesional’ esbozado y del que presentaban los autores aludidos se observaba que existía identificación con lo que una serie de teóricos y especialistas en este campo habían definido como roles, misiones, acciones, papel o función que corresponde a un profesional, por lo que podría establecerse que existía entre ellos cierta similitud». No obstante ello, era posible observar que el concepto ‘Perfil Profesional’ resultaba más completo y sistemático porque buscaba que estructurar en un todo orgánico no sólo las funciones específicas que debería ser capaz de realizar con eficacia y competencia un profesional sino también los conocimientos (saberes), vivencias, experiencias y actitudes que debería poseer y las capacidades que debería desarrollar respecto a los valores éticos, morales y sociales preponderantes en la sociedad. El concepto de ‘Perfil Profesional’ así planteado, nos lleva en consecuencia a colocarnos dentro de la perspectiva de concebir de una manera integral al profesional que la sociedad peruana, inserta en un contexto latinoamericano y mundial, requiere.

11. ROSSI, Elías. 1993. «El Perfil Profesional y la Planificación Curricular a nivel universitario». 1ª. edición.  Ediciones ER. Talleres Gráficos Imprenta EIRL. Lima – Perú.
12. MIRA y LÓPEZ, Emilio. 1965. «Manual de Orientación Profesional». 6ª. Edición. Edit. Kapelusz. Buenos Aires – Argentina. pp. 97 – 106.
13. MAGER, Robert - BEACH, Kenneth. 1972.  «Enseñanza de los Oficios en la Escuela Vocacional». Primera ed. en español. Agencia para el Desarrollo Internacional. A.I.D. Editorial PAX. México.
14. Ibid., pág. 25.
15. GAGNE, Robert - Briggs, Leslie. 1976. «La Planificación de la enseñanza». Primera edición en español. Edit. Trillas. México.
16. Ibid., pág. 31.
17. MINISTERIO DE EDUCACIÓN (INIDE-COTEC) 1976. «Estudios Básicos de Curriculum en el Sistema Educativo Peruano». 1ª. edición. Ed. INIDE. Lima.
18. MINISTERIO DE EDUCACIÓN. Ibid. pág. 118.
19. MINISTERIO DE EDUCACIÓN. Dirección General de Educación Superior. 1976. Estructura Curricular del I Ciclo de Educación Superior. Lirna – Perú.
20. MINISTERIO DE EDUCACIÓN. Dirección General de Educación Superior (DIGES). 1976. Política Curricular del I Ciclo de Educación Superior. Lima – Perú.
21. MINISTERIO DE EDUCACIÓN. Dirección General de Educación Superior (DIGES). 1976. Perfiles de  Áreas Profesionales. Lima – Perú.
22. MINISTERIO DE EDUCACIÓN (DIGES). 1982. Procedimientos para la elaboración de perfiles profesionales específicos. Lima – Perú. 
23. CAMPOS, Agustín. 1986. Metodología para la elaboración del Perfil Genérico. En revista Perspectivas de la Educación, N° 3, Mayo.  Lima– Perú.

domingo, 21 de agosto de 2011

2. DISEÑO DE CONTENIDOS A CONSIDERAR EN LA ELABORACIÓN DE LA DOCTRINA CURRICULAR

Entre los contenidos a considerar en la elaboración de las normas de doctrina curricular destacan los siguientes:
  1. La formación profesional como uno de los fines o funciones de la universidad en un determinado contexto y sociedad. 
  2. La concepción de educación asumida. 
  3. Principios que orientan la formación de profesionales. 
  4. Valores prevalentes en la formación integral del profesional. 
  5. Objetivos en la formación de profesionales. 
  6. Perfil profesional general básico. 
  • Visión de integralidad. 
  • Determinación de componentes.
     7.  Concepción del currículo y su relación con la concepción de educación.
     8.  Visión de integralidad del currículo.
     9.  Deslinde entre currículo y conceptos afines.
    10. Fuentes del currículo.
    11. Características del currículo:
  • Integral. 
  • Valorativo. 
  • Flexible. 
  • Verificable. 
  • Sistemático. 
  • Continuo. 
  • Participativo.
    12. Procesos curriculares.
  • Concepción. 
  • Procesos:
          – Proceso de planificación curricular.
            . Determinación de lineamientos de doctrina curricular.
            . Diagnóstico de necesidades educacionales en relación con la  
              carrera profesional.
            . Programación curricular.
          – La implementación curricular.
          – El desarrollo o ejecución curricular.
          – Evaluación curricular.
    
    13. Elementos curriculares. 
  • Propósitos educacionales: Objetivos, competencias.        
  • Contenidos: concepción. Áreas y sub-áreas, bloques de contenidos y asignaturas. 
  • Actividades o acciones sugeridas. 
  • Métodos, procedimientos y técnicas de aprendizaje. 
  • Medios y materiales educativos. 
  • Tiempo (organización). 
  • Infraestructura o escenario educativo. 
  • Evaluación. 
  • Estrategias metodológicas o estrategias de aprendizaje (integran cada uno e  los  elementos  anteriores  desde  las  actividades o acciones sugeridas).   
    14. Los sujetos o actores del currículo.
  • Educando. 
  • Educador. 
  • Familia. 
  • Comunidad.
    15. La concepción de la carrera profesional.
    16. Perfil profesional específico de la carrera.
    17. Estructura curricular.
  • Componentes. 
  • Distribución del tiempo
    18. El Plan de Estudios.
    19. La malla curricular.
    20. Las sumillas
    21. El sílabo.
  • Componentes. 
  • Pautas para su elaboración. 
  • Pautas para su evaluación.
    22. Los planes de sesión de aprendizaje.
  • Componentes. 
  • Pautas para su elaboración. 
  • Pautas para su evaluación.
    23. Las estrategias de enseñanza – aprendizaje y su aplicación.
    24. Sistema de evaluación: del aprendizaje y del currículo.

sábado, 20 de agosto de 2011

CAPÍTULO III: DOCTRINA CURRICULAR

1. DOCTRINA CURRICULAR: CONCEPTO, IMPORTANCIA Y CARACTERÍSTICAS

El plan curricular, que expresa la particular manera de concebir y formar a un profesional, comprende y constituye, a su vez, la opción asumida por la universidad respecto a una determinada concepción de educación universitaria y del currículo, opción que es la manifestación de lo que suele denominarse doctrina curricular.
    Entendemos por doctrina curricular el conjunto de proposiciones de carácter normativo que determinan lo que en una universidad deberá entenderse y aplicarse en torno al currículo, al plan curricular, a los procesos curriculares, y a los campos, elementos y sujetos que intervienen. Constituye el conjunto de decisiones que en materia curricular se asumen y formulan con el propósito de lograr cierta uniformidad en la concepción, aplicación y evaluación del currículo; lo cual homogeniza el lenguaje y el trabajo en materia curricular y le da coherencia y direccionalidad, evitando el empleo impreciso, hiperdiversificado y confuso que suele observarse.     
    No se pretende con este cuerpo doctrinario parametrar el trabajo de la comunidad universitaria en lo curricular, sino darle cierta unidad y coherencia de modo que todos quienes se dedican a la docencia universitaria conozcan y se desenvuelvan dentro de los marcos que constituyen la opción institucional. Ello permite el enriquecimiento del fenómeno curricular dentro de lo establecido, y su evaluación crítica, a fin de posibilitar su mejora u optimización. En la actualidad, lo que se suele observar es la ausencia de este marco doctrinario y el empleo indistinto, arbitrario y antojadizo de conceptos respecto al currículo y todo lo que el fenómeno curricular involucra. La formulación y aprobación de esta doctrina curricular debe implicar la participación de la mayor parte de la comunidad universitaria, a través de las distintas instancias organizativas que existe. Debe comprometer la intervención de especialistas y autoridades en la materia; ser objeto de análisis, observaciones a nivel intra y extra universidad, de modo que cuente con un cierto consenso aprobatorio, lo cual ha de garantizar la identificación con su ejecución.  
    El conjunto de normas que conforman el cuerpo de doctrina curricular debe ser cuidadosamente redactado, en forma clara y precisa, de modo que no se preste a duda o doble interpretación. Ello es importante para el momento de construir y evaluar el plan curricular puesto que en estos procesos deberán utilizarse los mismos conceptos. No son normas rígidas pero tampoco cambiantes ante cualquier parecer derivado de la teoría o praxis curricular. Las normas deben ser permanentemente revisadas, recogiéndose las bondades y limitaciones que poseen para que puedan ser reajustadas cuando ello amerite.     
    Caracterizan el cuerpo de doctrina curricular su precisión, obligatoriedad, integralidad y carácter participativo.    
    Como normas que debieran ser aprobadas a nivel de Consejo Universitario, tienen carácter de obligatorias y deben ser cumplidas por todos quienes realizan alguna actividad en materia curricular; su integralidad  se pone de manifiesto al abordar todo aquello que se vincula con el fenómeno curricular (su previsión, implementación, ejecución y evaluación); y su carácter participativo se deriva del hecho de que en su elaboración intervienen, a través de una serie de mecanismos, los miembros de la comunidad universitaria: profesores, estudiantes y autoridades (a nivel de departamentos, escuelas, facultades, y, consejo universitario).

viernes, 19 de agosto de 2011

CAPÍTULO I: CURRÍCULO Y PLANIFICACIÓN CURRICULAR

1. UBICACIÓN DE LA PLANIFICACIÓN CURRICULAR DENTRO DE LAS FUNCIONES DE LA UNIVERSIDAD

La universidad como institución máxima de la educación superior se concibe, organiza y desenvuelve en cumplimiento de fines, principios, valores, objetivos y funciones. Al respecto, existe una frondosa teoría y experiencia variada en el mundo occidental y particularmente en América Latina y en el Perú. Experiencia en muchos casos semejante en cuanto a sus éxitos, fracasos, aspiraciones, expectativas y problemas.
En la mayor parte de países en latinoamérica se concibe la universidad como una institución que desarrolla una propuesta educativa del nivel superior para el servicio de la sociedad, para la atención de sus principales necesidades y problemas, para el desarrollo de la ciencia, tecnología y la cultura, y para el perfeccionamiento permanente de la persona humana. De esta concepción se derivan sus fines, objetivos y funciones y se formulan los principios bajo cuya inspiración deberán desarrollar sus actividades.
De la fuente de esta teoría, casi monocorde y generalmente extranjera en cuanto a fines y funciones, venimos recogiendo por décadas las ideas que sustentan la particular manera de concebir los fines y funciones de la universidad, lamentablemente con muy poca actitud crítica y con exclusión de originalidad.
Iván Rodríguez Chávez, notable intelectual peruano, actual Rector de la Universidad Ricardo Palma y Presidente de la Asamblea Nacional de Rectores del Perú, expresa las siguientes ideas sobre los fines que debiera tener la universidad peruana, de los cuales se desprende asimismo la imagen del profesional universitario humanista y de calidad que debiéramos formar: «El fin supremo y fundamental de la universidad debe ser el de formar hombres integrales, multidimensionales, plenos, no unidimensionales, funcionarios, piezas de una máquina mayor. Hombres capaces de verse a sí mismos como tales, capaces de ver a los demás también como hombres iguales a él. Hombres capaces de ver en sus relaciones sociales y económicas, al hombre por sus intereses individuales y patrimoniales. Capaz de ver en todos al hombre con sus atributos inherentes de dignidad y libertad; con derechos y obligaciones a partir de su condición de hombre. Hombre que de por sí recuse la explotación y toda forma vejatoria de la dignidad humana. Hombre convencido que la dignidad humana es patrimonio de todos y nunca sinónimo de fortuna o posición social».*1
La universidad debe, a nuestro juicio, buscar el logro de los siguientes fines:
(1) Consolidar y profundizar la formación integral del hombre como persona, como ser social y como un agente promotor de la cultura nacional y universal, haciéndole partícipe de una educación superior de alta calidad académica que responda a las necesidades del país en el contexto latinoamericano y mundial;
(2) Servir a la sociedad realizando y promoviendo significativamente la investigación en las humanidades, la ciencia y la tecnología; fomentando la producción intelectual y artística; participando activamente en la gestión de proyectos de desarrollo socio – económico y en la consolidación y promoción de la cultura.
Sus funciones, entre otras, debieran ser las siguientes:
a) Formar integralmente a los profesionales, humanistas, científicos, investigadores y posgraduados con la más alta calidad académica y humana de acuerdo con las necesidades del país, el avance científico y tecnológico y cubriendo sus dimensiones como persona, como ser social y como especialista en una determinada área profesional.
b) Realizar y promover la investigación en las humanidades, en las ciencias y en las tecnologías, y fomentar la producción intelectual y la creación artística.
c) Promover y participar en la gestión de proyectos de desarrollo socio – económico y en la integración de sus conocimientos con los de la sociedad contribuyendo con su desarrollo integral; y
d) Fomentar el conocimiento y desarrollo de la realidad pluricultural del país con sus valores prevalentes, y conservar, acrecentar y transmitir la cultura universal con sentido crítico y creativo.
El planteamiento de las funciones expuestas nos permite ubicar al currículo y la planificación curricular como conceptos que sólo tienen existencia y se explican cuando nos ubicamos en la función formativa que cumple la universidad; es decir, cuando hablamos de formar a los profesionales, humanistas, científicos, especialistas, investigadores y posgraduados que el país necesita. No hablamos de currículo ni de planificación curricular cuando nos ubicamos en las funciones de investigación, de gestión de proyectos de desarrollo socio – económico, ni de promoción de la cultura. Nos referimos a estos conceptos sólo cuando incursionamos en el campo de la docencia universitaria.
La planificación curricular se convierte de este modo en un proceso estrechamente ligado a las funciones del docente universitario, sea cual fuere la profesión que éste tenga, puesto que en la actualidad nadie discute que deben ser los profesionales de determinada carrera profesional quienes deban formar a los futuros profesionales en cada profesión. Otras funciones exigidas por el ejercicio de la docencia universitaria son el manejo de estrategias para la enseñanza – aprendizaje, el empleo creativo de medios y materiales educativos, y la evaluación de los aprendizajes y del currículo de cada carrera. La exigencia de las funciones planteadas demanda que las universidades organicen los mecanismos de capacitación y actualización necesarios que permitan a los profesionales que van a ejercer la docencia universitaria, adquirir los saberes y las competencias necesarias para un correcto desempeño de la misma. Ello ha generado la necesidad de crear en las universidades sistemas de capacitación que aborden estas preocupaciones.
La necesidad de preparar al docente universitario en el manejo de las funciones pedagógicas de planificación, implementación, ejecución y evaluación de los aprendizajes hace necesario, incluso, que las universidades reestructuren sus currículos formadores de profesionales a fin de incluir en el pregrado asignaturas de Didáctica o Dirección del Aprendizaje o de Pedagogía que permitan a los futuros profesionales estar capacitados para el posible ejercicio de la docencia universitaria, siendo luego una opción complementaria los niveles de posgrado en dicho campo.

*1 RODRÍGUEZ, Iván. 1993. «Entre la incomprensión y el deber. La universidad peruana en la década del ochenta». Serie: Temas universitarios. Cuaderno N° 1. Talleres gráficos de Seglusa Editores e Impresores S.A. Lima – Perú. p. 76.
*2 ROSSI, Elías. 1989. «Teoría y Técnica Curricular».1ª edición. Editorial de la Universidad de San Martín de Porres. Lima – Perú.

jueves, 18 de agosto de 2011

INTRODUCCIÓN DEL LIBRO "CONSTRUCCIÓN Y EVALUACIÓN DEL PLAN CURRICULAR EN LA UNIVERSIDAD"

Construir el plan curricular para una carrera profesional o para una propuesta educativa del nivel superior en el que quede expresada la particular manera de concebir, valorar y manifestar la función de formación profesional de una universidad, constituye desde hace algunos años y con mayor insistencia en los últimos, una de las principales preocupaciones de las universidades del país y de latinoamérica. La ausencia de metodologías que permitan plasmar la concepción asumida de formación universitaria en un plan curricular que resulte a la vez coherente y pertinente con los fines y su función formativa, continúa siendo una de las debilidades de nuestras universidades, lo cual es a la vez una prueba de la poca preocupación existente por elaborar un cuerpo orgánico de doctrina curricular que exprese la opción de una universidad en materia curricular y permita a su comunidad universitaria y al público lector entender cómo ha sido concebida la propuesta curricular en concordancia con la propuesta educativa universitaria.
Sin duda que una de las preocupaciones principales hoy en día, en una sociedad cada vez más globalizada e incursa en la era del conocimiento, lo constituye la necesidad de evaluar su educación y orientarla hacia niveles de calidad que a la vez sean coherentes con los propósitos educacionales planteados, y esta preocupación es mayor en el caso de la educación superior, que en la mayoría de países es considerada en deuda con las reales necesidades nacionales en cuanto a formación de profesionales, desarrollo de la investigación, participación en el desarrollo productivo, y preservación y promoción de la cultura. Los procesos de evaluación y acreditación ya iniciados en la mayoría de países de latinoamérica, y no hace muchos años en el país, demuestran la necesidad de revisar los principales instrumentos de previsión curricular que utilizamos en la formación de nuestros estudiantes universitarios y de elaborar matrices y estándares que nos permitan evaluarlos. Uno de estos casos es el del plan curricular, documento de previsión de cuya adecuada construcción y evaluación dependerá en mucho el logro de los profesionales deseados y la convicción de que esta función de la universidad está siendo atendida de manera adecuada.
Las universidades del país y algunos autores en particular vienen aportando en los últimos tiempos propuestas metodológicas para la construcción del currículo universitario aunque la mayoría de los esfuerzos se vinculan con la construcción de diseños relacionados con una determinada carrera profesional. Hay quienes, sin embargo, han dedicado gran parte de su vida a expresar una concepción del currículo y a demostrar su importancia y el cómo construirlo, caso del doctor Walter Peñaloza Ramella y su concepción de “currículo integral”, la cual ha impregnado gran parte de la educación nacional y universitaria por muchos años.
El primer lustro del siglo XXI expresa como uno de sus indicadores el afán de las universidades públicas y privadas del país por mejorar sus diseños curriculares, volverlos más integrales y coherentes con sus propósitos institucionales como consecuencia de procesos de evaluación, que a la vez permitan crear una cultura de mejora permanente, fruto de autoevaluaciones periódicas, constitutivas del proceso de evaluación, con miras al logro de la acreditación respectiva.
La presente obra se ubica en este contexto de preocupación universitaria por contar con una propuesta metodológica que permita a las universidades revisar o reformular sus planes curriculares luego de una evaluación de los mismos y posteriormente proyectarse al diseño y evaluación de los sílabos y de los planes de sesión de aprendizaje, que son los instrumentos curriculares que los profesores requieren y utilizan en su función docente.
Es necesario contar con una metodología que partiendo del diagnóstico del contexto o entorno, recoja las demandas sociales y del mercado laboral a la educación superior y que, en base a un marco de doctrina educativa y curricular, postule una propuesta y a la vez nos proponga una alternativa de cómo evaluarla, tareas que necesariamente deberán atender una serie de necesidades curriculares que, entre otras, deberán considerar un adecuado manejo de teoría curricular y claridad respecto a la intencionalidad de la propuesta educativa en materia curricular.
A través de los capítulos de esta obra, pretendemos dar respuesta a estas tareas que demanda la construcción y evaluación del plan curricular para desde allí orientar al docente en cómo construir sílabos y planes de sesión de aprendizaje coherentes y pertinentes con la intencionalidad y estructura de dicho plan.
Se postula con el propósito expresado, información sobre teoría curricular que servirá de base para poder optar por un cuerpo orgánico de doctrina curricular, componente de opción curricular que es importante para desarrollar una metodología de construcción y evaluación del plan curricular. Sugerimos que cada universidad debiera contar para este propósito con una oficina de Desarrollo Curricular.
Proponemos una metodología para construir el plan curricular señalando los campos, aspectos, segmentos e indicadores que debieran ser considerados, presentando, en base a ellos, una matriz que permita su evaluación. La determinación del marco de doctrina curricular es fundamental para llegar a establecer, en la fase de programación, cada uno de los componentes indicados. Considero que el diseño del plan curricular teniendo en cuenta los componentes propuestos permitirá a las autoridades universitarias, profesores, estudiantes y usuarios en general tener una idea más clara de las previsiones adoptadas por una universidad para formar a sus profesionales.
El paso de la construcción y evaluación del plan curricular hacia estas mismas funciones respecto al sílabo y al plan de sesión de aprendizaje es igualmente importante y pretende llenar un vacío metodológico que actualmente existe en la docencia universitaria.
Expreso mi agradecimiento a mis alumnos de las secciones de maestría y doctorado de las universidades Jorge Basadre Grohmann de Tacna, Peruana Los Andes de Huancayo, Nacional de Piura, San Cristóbal de Huamanga, UNE «Enrique Guzmán y Valle» (La Cantuta) y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, muchos de ellos excelentes docentes y autoridades universitarias, quienes con su análisis crítico y aportes, contribuyeron a consolidar y validar las propuestas que como alternativa metodológica presentamos a la comunidad universitaria para la construcción y evaluación del plan curricular, del sílabo y del plan de sesión de aprendizaje.
Un especial agradecimiento al doctor Iván Rodríguez Chávez, Rector de la Universidad Ricardo Palma y Presidente de la Asamblea Nacional de Rectores, por su notable y generoso prólogo, y al magíster Manuel Solís Gómez, Rector de la Universidad Nacional de Educación «Enrique Guzmán y Valle», por su apreciado apoyo para la presente edición.

Lima, enero del 2006.